martes, 8 de diciembre de 2009

John Berger III

Autorretrato


Para hacer retratos satisfactorios, probablemente viene bien hacer algunos autorretratos y también haber aprendido a aceptar las fotografías que otros te han hecho. ¿Cómo es posible, si no, comprender la turbación, la ansiedad, incluso el pánico, que a menudo asalta a la gente cuando sabe que está siendo fotografiada? No me tengo por demasiado gordo, mi nariz es grande, pero no exorbitantemente larga. Y, sin embargo, no pude aceptar mi apariencia física durante años. Solía soñar con parecerme a Samuel Beckett. (Tener un perfil como el suyo tal vez implicaría también otra forma de vida). Me hice una serie de autorretratos y cada vez "disfrazaba" mi rostro porque lo rechazaba totalmente. Gesticulaba, hacía trucos con la luz, movía la cámara deliberadamente. La cura para este juego teatral llegó cuando me vi obligado a mirarme a mí mismo durante la duración completa de una película para la televisión –una película titulada Un fotógrafo entre los hombres, realizada por Claude Goretta–. La dosis fue lo bastante fuerte como para curarme. Este hombre al que veía ante mí existía con todas sus debilidades. Era real y en cierto sentido estaba más allá de mi control. Yo ya no era responsable de su apariencia. Algunos años después, durante un seminario que yo dirigía sobre fotografía, se decidió que cada uno de nosotros hiciera una fotografía –retrato– a cada uno de los otros. Cuando me llegó el turno para posar, uno de los estudiantes observó casualmente: "Bajo esta luz, tu cara me recuerda un poco a Samuel Beckett".

JOHN BERGER (del libro Otra manera de contar)

1 comentario:

Anónimo dijo...

señor

viajero del alma, yo se que usted lo va a terminar leyendo a Proust

en fin, saludos y garúa finito en los albores de este día miércoles nublado atestado de ruidos urbanos...

antes que termine el año haga un concierto en su casa asi nos deleita con la mas alta cultura (herencia compositiva transoceánica)

pienselo!!
besoss
o no lo piense tanto

muaa